lunes, 22 de agosto de 2011

Últimos suspiros por el Pirineo

Respiro en el pueblo deshabitado de Sasa
Al dejar atrás Torla, primero por caminos hasta Broto y después por carretera hasta Sarvisé, empezaba el último tramo de nuestra transPirenaica. Dos días antes, bajando del Taillón por el Puerto de Bujaruelo (sin las bicis, por supuesto, pues sólo fuimos para hacer un poco de montaña), vislumbramos el valle de Otal justo al otro lado, y observando el "cuestalón" que hay más allá del refugio, acordamos borrar de la lista de "deberes" ese paso hacia Panticosa y tomar, por fin, la ruta Transpirenaica clásica.

Quizás porque la opción "clásica" nos parecía más "fácil" que la opción "Valle de Otal" + "Puerto de la Tendeñera", y luego resulta que nunca nada es tan "fácil" como sobre el papel, o quizás porque la fatiga y las semanas de actividad empezaban a pasar factura, a partir de Bergua y Sasa algunas cuestas empezaron a atragantársenos. Las de Sasa para arriba, por ejemplo, donde tras una larga ascensión pudimos cantar literales verdades al entonar aquello de "vaya camino de mierda" (que no es lo mismo que "vaya mierda de camino"), pues el camino durante cerca de un kilómetro estaba construido a base de pura caca de vaca (eso sí, las vistas eran paradisíacas, pues divisamos, muy a lo lejos, otra vez las más altas cumbres de Ordesa, Brecha de Rolando incluida)…


Camino vacuno antes de bajar a Oliván


... o las que siguen a Aragüés del Puerto (un habitante del pueblo ya nos advirtió que no subiríamos sobre las bicis), con un tramo del todo inviable… además de un descenso hasta Hecho (¿va con o sin hache?) especialmente indicado para apasionados de las rocas y piedras de todos los tamaños y formas… Por eso seguramente al entrar en Navarra, nada más sobrepasar el desfiladero de Zuriza, donde la sensación de traqueteo se borró por completo del caché de nuestro navegador, empezamos a sentirnos en una nueva dimensión.


Sector técnico en el descenso a Ansó


¡El universo pedestre había quedado atrás! Eso sí, a partir de entonces, el track de la Transpirenaica nos condujo por una gran cantidad de pistas y carreteras locales que han sido asfaltadas en los últimos años.


Kilómetros y kilómetros de bosques...

"Egurgio" libre en la Selva de Irati, en perfecto estado


Pese a todo ello, disfrutamos también mucho de la última semana de viaje, con un gran cambio en el paisaje, la inmensa Selva de Irati, la arquitectura de los pueblos, el verde de los campos, los ponis pastando a orillas del camino… Sin embargo, al llegar a Etxalar, ya a sólo 100 metros sobre el nivel del mar, el camarero del restaurante donde nos reponíamos de las últimas cuestas, nos sirvió la tentación en bandeja, y no era el arroz con leche casero, sino un "atajo final que muchos toman para llegar a Irún y ahorrarse el último cuestalón del día: el bidegorri del Bidasoa". 


Caballos y ponis, nuevos compañeros de viaje


Tras llegar al Cabo Higuer y bañarnos en el Cantábrico, miramos atrás, recordamos puertos, cimas, días de sol, de lluvia, de mosquitos… Más tarde, ya en el autobús de vuelta (la compañía Monbus deja llevar las bicis, embaladas y pagando 15 euros extra por bici), analizamos nuestras libretas, repletas de anotaciones, distancias, desniveles, dibujitos, nombres… En total sumamos 1.160 km en bicicleta, 37.467 metros de desnivel positivo, 36 días de viaje, 24 de ellos pedaleando, 4 días de montañismo y 8 jornadas dedicadas al sano y merecido lujo del descanso.


En el Cabo Higuer, 36 días después


Luego, con los tracks en el ordenador, hemos podido observar desde otra perspectiva el trazado de nuestra nueva ruta, que hasta Torla es obviamente más Pirenaica que la "clásica", y no por ello menos ciclable (al menos hasta Vielha). En el tintero queda encontrar una solución más biker y menos "porteadora" para el tramo entre el Val d'Aran y el Valle de Benasque que el Coll de la Picada. Los bikers locales nos han dado una idea: subir el Portillón, desde allí trazar hacia el Col de Barèges, siguiendo de nuevo por camino hasta el refugio de Abri, para luego seguir hasta el Pas de l'Escalette pasando previamente por el Pas de la Mounjoye, y así ganar la Picada desde el norte, por zonas que dicen que son "más de pradera y seguramente más ciclables". En cualquier caso, si viajáis ligeros de equipaje, subir por la Picada representa sólo 3 horas a pie empujando la bici. ¡¿Qué son 3 horas en un viaje de 1.200 km?! Una vez coronado, el descenso hacia Benasque es difícil pero disfrutón, y las vistas del Aneto y el Maladeta, después del esfuerzo, os aseguramos que no tienen precio. Ya lo dicen, cuanto más sufrimiento, más placer.

***En octubre y noviembre os daremos más detalles de la ruta en la revista Solo Bici, así como un vídeo con los mejores momentos del viaje, para que a todos y todas os quede claro que el Pirineo es muy muy muy... MUY.

viernes, 5 de agosto de 2011

Ordesa, en la Brecha

Mirador en la pista de la sierra de las Cutas
En este viaje por el Pirineo no podíamos obviar Ordesa. Subimos pedaleando desde Nerín hacia la sierra de las Cutas con Marc, Clara y Luís, a ritmo de tertulia cicloturista, hasta los 2.200 metros, donde nos asomamos a los espectaculares miradores de Ordesa. La lluvia amenazaba con aguarnos la fiesta, pero una vez más por nuestra parte demostramos paciencia y optimismo, al tiempo que las chaquetas de lluvia y la tienda reafirmaron su condición de impermeabilidad. Y tras la tormenta, el arco iris, el sol, los circos de Cotatuero, de Carriata, las fajas, la Cola de Caballo, el Monte Perdido, la Brecha de Rolando... Todo ante nuestros ojos.

Con Luís, Clara y Marc en la sierra de las Cutas
El descenso fue largo y trabajado, pues la pista está en mucho peor estado por el lado de Torla que por el de Nerín. Tras el traqueteo y las piedras, entramos en la zona de bosque, buscamos un camping, preparamos las mochilas, atamos las bicicletas a un árbol, cenamos todo lo que pudimos y fijamos la alarma a las 5 de la mañana.

Clavijas de Carriata
La siguiente jornada empieza temprano, caminando desde la Pradera de Ordesa (hay un servicio de bus que te lleva desde Torla, pues en el parque no dejan entrar ya ni coches ni bicis), y empezamos a subir todavía de noche por el bosque silencioso hacia el circo de Carriata. Pronto cruzamos la cascada, completamente seca, rodeada de sarrios que se mueven lentamente, como si acabaran de despertarse. Superamos las clavijas de Carriata (en el mapa Alpina las llaman de Salarons) y enfilamos la ascensión al Taillón desde la depresión de los Llanos de Salarons, un auténtico desierto pétreo, y el collado Blanco, en el que encontramos algunos heleros que evitamos grimpando algunas rocas. Tras el subidón, aparece ante nosotros una postal 50% Marte / 50 % Luna (a un lado es todo rojo y al otro todo blanco), con un telón de fondo espectacular: la Brecha de Rolando, el Dedo, el Casco, el Monte Perdido...

Familia numerosa de sarrios en Aguas Tuertas
Seguimos la travesía por una huella marcada con hitos hasta un nuevo tramo de heleros que evitamos con más penas que gloria, y con algo de retraso llegamos a la "normal" del Taillón, donde una larguísima hilera de hormiguillas de colores superan un metro tras otro hasta los 3.144 metros de altitud de esta montaña que, sin ser difícil, ofrece una inmejorables vistas del macizo de Monte Perdido.

Brecha de Rolando
Bocadillos, unas fotos en la cima de recuerdo y media hora después iniciamos el descenso hacia la ansiada Brecha de Rolando, donde encontramos a mucha, muchísima gente. El paisaje hacia la vertiente francesa promete, sobre todo el circo de Gavarnie, de donde cuelga una interminable catarata. Dudamos unos instantes sobre la ruta de regreso, pues al principio habíamos pensado volver por el mismo camino, pero el helero nos parece más que franqueable hoy (vemos que todo el mundo sube y baja sin crampones y sin problemas) y decidimos continuar hasta Bujaruelo con David y Carmen, dos montañeros que hemos conocido en la cima un rato antes y que han subido desde San Nicolás esta misma mañana. El lado francés resulta ser una experiencia distinta a la de la mañana, en que sólo nos hemos cruzado con sarrios (más de cincuenta en diferentes localizaciones) y marmotas. Aquí multitud de gente sube y baja sin cesar desde el aparcamiento del Col de Mentes, que está a 2.000 metros de altitud. Es la otra cara de la moneda de una excursión en la que hemos disfrutado de principio a fin, desde los silenciosos circos de Carriata hasta el espectáculo que ofrecimos en el glaciar practicando el culo-esquí.

Plan B para el Posets

Después de entrar en el Valle de Benasque por la Collada de la Picada, los senderos que siguen el curso del río Ésera nos parecieron de lo más ciclables, pese a las escaleras que hay en algunos tramos y las alforjas, que a nuestro amigo Miguel le parecieron demasiado pesadas cuando nos encontramos, ya a final de etapa, en el camping Alto Ésera, en Castejón de Sos.

Consultando el mapa tras un pequeño despiste de orientación,
poco antes de enfilar la Canal Fonda

Tras el palizón de la Picada nos merecíamos un día libre que aprovechamos para hacer la colada y dejarnos asesorar por Miguel, montañero de toda la vida y gran conocedor de esta zona del Pirineo, para acercarnos a nuestro segundo tresmil del viaje: el Posets, de 3.371 o 3.375 metros (según las fuentes), pero en cualquier caso el segundo más alto del Pirineo. Nosotros habíamos pensado subir desde Viadós, llegando hasta allí con las bicicletas, pasando por el Collado de Sahún, pero Miguel nos sugirió cambiar de planes y ascender por la ruta del refugio Ángel Orús, que es más directa. Miguel nos describió la ascensión con todo lujo de detalles, nos dijo que nos prestaba crampones y piolets, que se levantaría a las 5 de la mañana para acercarnos en coche hasta el aparcamiento del Eriste, que nos invitaba a cenar longaniza de Graus en su casa... El plan parecía diseñado por Hannibal Smith, del Equipo A. Sólo faltaba que al día siguiente luciese el sol.

Cima del Posets


Descenso tranquilo por la Canal Fonda
Y así fue. Disfrutamos de una ascensión en un día de catálogo y al regresar al camping, con 2.000 metros de subida y 2.000 metros de bajada en 10 horas de caminata, lo celebramos con unas cervezas, unas olivitas y con muchas anécdotas y batallitas de las que se cuentan cuando se reencuentran viejos amigos.

Gracias Miguel!!! Esperamos que en la próxima subas con nosotros. Prometemos entrenar y aprender un poco más para hacer algún día una crestecilla de esas que tanto te gustan.

Con Miguel, nuestro "jefe de expedición", de buena mañana,
en el parking del Eriste