La pista hacia el Circo de Jaffar, antes de iniciar la subida fuerte y empeorar el firme |
Y eso hicimos. Lo que no sabiamos era que para entrar al circo habia que comprar boletos.
Nada mas superar un collado de esos que te hacen reflexionar sobre si hacia falta o no hacia falta traer bastoncillos de las orejas en el equipaje ( y mira que son ligeros...), aparecio nuestro salvador, un pastor bereber llamado Hammoud (o asi se hace llamar) que nos ofrecio techo (y la proteccion que conlleva segun sus costumbres) y comida, todo al mas puro estilo bereber, con demostracion de fusil y balas (recamara vacia, por suerte), etc.
Algo rondaba detras de nuestras orejas, pero tras advertinos del peligro que suponia continuar (era la una de la tarde) y entretenernos durante horas, cuando el sol ya estaba muy bajo, el croupier por fin mostro sus cartas y nos saco la del restaurant y las tarifas del hotel: para comer propuso cabra viva sacrificada delante de nuestras narices y nuestra camara de fotos, por 500 dirhams (unos 45 euros) y noche romantica en tienda bereber autentica (hecha con sacos de harina y plasticos varios). Estuvimos a punto de largarnos, pero los fusiles siempre impresionan y cuando uno oye a Hammoud, aunque sepas que el tio esta de broma con lo de las balas, los chacales y los que van robando a los turistas, pues decides pasar por taquilla. Nosotros pedimos dos tickets para el circo, pero optamos por un show sencillito, sin sangre ni sacrificios. Ya se sabe, en un viaje largo, siempre hay de cal y de arena.
Con Hedda, antes de llegar al campamento, perdon, al circo |
Carpa del circo en cuestion en primer plano. Detras, el alojamiento rural |
Pese a la "tarde en el circo de Hammoud", la travesia por el Circo de Jaffar fue uno de los sectores mas espectaculares del viaje |