martes, 31 de agosto de 2010

Nuestra ola de calor

En familia, con el Molón al fondo, el día de nuestra marcha
Tras tres días de "cuidados intensivos" a nivel gastronómico y las recomendadas 8 horas de sueño diario (pese a que en el pueblo estaban de fiestas), partimos por fin cargados de energías y regalos de última hora (ya se sabe, a las abuelas les encanta poner un poco de peso extra en las mochilas... aunque luego siempre vienen bien esas galletas de chocolate fundido, almendras caseras, membrillo...).

El primer día, ya de buena mañana, notamos que el calor estaba aumentando. Ya no hacía el frío de la semana anterior, el que nos pilló en las montañas de Teruel. Y lo del calor no fue algo psicológico, pues durante el viaje no hay opción de leer los periódicos, ni escuchar la radio, ni ver la tele... Amelia lo percibió directamente a través del termómetro de su cuentakilómetros. Cada dos minutos gritaba alarmada por un nuevo y progresivo aumento térmico: "Ya son 42º C"... "Ya son 44º C". Y al cabo de una hora, ya en pleno mediodía y al borde de la pájara, susurraba: "Ahora marca 47º C". Así es como empezamos a practicar la sana y recomendable costumbre de la SIESTA A LA SOMBRA CERCA DE UNA FUENTE.

Los 44º C a las 13.37 horas eran presagio de "jornada calurosa"